Autor Tema: Documentación para el Belén  (Leído 292875 veces)

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #105 en: 05 de Septiembre de 2017, 08:19:26 »
2.6.1.– ¿Qué lengua se hablaba?

La lengua hebrea, lengua en la que fue escrito el Antiguo Testamento, se usaba de ordinario en la liturgia sinagogal del sábado, aunque no todos los participantes la comprendiesen plenamente. En cambio, la lengua aramea era la lengua familiar del pueblo hebreo de Palestina desde hacía varios siglos. Era la lengua común en toda Palestina y más particularmente en el norte del país, por ejemplo, en Nazaret y Cafarnaún, lugares donde Jesús creció y transcurrió la mayor parte de su vida. También se hablaba o era comprendida fuera de Palestina.

El arameo, lengua popular
El arameo es una rama de las lenguas semíticas con una historia de al menos 3000 años, por lo que podría hablarse propiamente de lenguas arameas.

El arameo antiguo fue el idioma original de grandes secciones de algunos libros de la Biblia, como el Libro de Daniel y el Libro de Esdras, así como el idioma principal del Talmud, el Bahir y el Zóhar. Aunque no hay pruebas de que se hablara en la Judea del siglo I,1 es todavía hoy la principal lengua de algunas pequeñas comunidades no arabófonas de Oriente Medio.

 

El grupo arameo pertenece a la familia de las lenguas semíticas, que a su vez forman parte de la macrofamilia afroasiática, como el árabe, y al grupo de lenguas semíticas noroccidentales que incluye a las lenguas cananeas, como el hebreo.

Los dialectos del arameo
Los especialistas del arameo quieren ahondar más en el tema y distinguen varios dialectos arameos en la Palestina de los tiempos evangélicos. Estos dialectos están atestiguados por los hallazgos epigráficos. Basándose en dichos datos podemos distinguir siete dialectos hablados en otras tantas zonas de Palestina y regiones limítrofes:
1.   arameo de Judea
2.   de Judea sudoriental
3.   de Samaría
4.   de Galilea
5.   de Transjordania
6.   de la zona de Damasco
7.   del valle del Orontes.

El hebreo, lengua litúrgica
El hebreo  es una lengua semítica de la familia afroasiática. Desde la Antigüedad, el hebreo es la lengua escrita, litúrgica y de oración empleada por el judaísmo, donde funciona como Lengua Sacra; consecuentemente allí se la denomina "Lashon ha-Kodesh". Según la tradición israelita, el hebreo es la lengua escogida por Dios para transmitir su mensaje a la humanidad, de ahí que se la suela denominar "Lashon ha-Kodesh", expresión que literalmente significa "Lengua de lo Sagrado".


 
Inscripción en hebreo arcaico del siglo 10 (Antes de Cristo) - Ostracón de Jirbet Qeiyafa - Mibtzar Haela

Tras su asentamiento en Palestina, los israelitas tomaron de la cultura cananea un alfabeto consonántico compuesto por 22 signos, de los que algunos eran polivalentes. A este alfabeto se le da a veces el nombre de "fenicio", pero resulta más apropiado el de "cananeo". Este principio de la escritura consonántica procede probablemente del arte de la escritura egipcia, ya que el antiguo egipcio tenía 24 signos monoconsonánticos, obtenidos a partir de fonogramas que incluían una única consonante fuerte.

 

El lenguaje hebreo original cada letra del alfabeto contiene tres dimensiones: un primer nivel en que son simplemente letras comunes que forman palabras y que se pueden usar para formar oraciones, un segundo nivel en que cada letra tiene un significado especial asignado y una tercera dimensión que asigna un valor numérico a cada letra.

Griego y Latín
Respecto a las lenguas griegas y latina, las hablaban las personas de una cierta cultura o los administradores del Estado, según lo prueban las numerosas inscripciones de la época.


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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #106 en: 05 de Septiembre de 2017, 08:27:16 »
2.6.2.– La Sociedad Hebrea

La sociedad israelita estaba íntimamente relacionada con su religión. El núcleo de la sociedad hebrea es la familia. Esta es patriarcal. El padre es la máxima autoridad.


La estructura social judía estaba dividida en tres estratos o clases sociales. Existía una clase superior que era ocupada por la “nobleza sacerdotal”, que vivía del comercio del Templo y de las rentas que producían sus propiedades y fincas. Eran grandes terratenientes y comerciantes que tenían una vida de lujos. Una clase media en que se agrupaban aquellos pequeños comerciantes, artesanos y algunos sacerdotes. Por último, la clase baja : los pobres, en esta clase social se incluían los jornaleros, los esclavos, los libertos(hombres que habían sido esclavos) y los mendigos, que solían ser ciegos y leprosos sin medios para poder ejercer alguna actividad laboral, sometidos a la limosna.


Así mismo estaba dividida en diferentes grupos o fracciones políticas. Entre ellas las más importantes eran los Fariseos y Saduceos.


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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #107 en: 06 de Septiembre de 2017, 07:32:01 »
2.6.3.– Romanos en Judea 

2.6.3.1.– Intervención Romana en Judea

Cuando en el año 63 antes de Cristo el cónsul de la República de Roma, Cneo Pompeyo Magno, se hizo con el control del Ponto tras vencer a Mitrídates VI, se dirigió a Judea para asegurar esos territorios, encontrándose con el enfrentamiento entre los hermanos Hircano y Aristóbulo. Hijos del sumo sacerdote Alejandro Janneo y de su esposa Salomé Alejandra, iniciaron una disputa por el trono a la muerte de sus padres. Ambos se erigieron reyes en diferentes territorios, bajo los nombres de Hircano II y Aristóbulo II, apoyados respectivamente por los fariseos y los saduceos, ambos grupos judíos con distintas pretensiones.

La primera intervención romana en esta zona fue dos años antes, sencillamente para acudir en ayuda de Aristóbulo cuando éste se encontraba sitiado en Jerusalén. El tribuno militar de Pompeyo, Marco Emilio Escauro, encargado de estudiar la situación de la guerra civil judía, optó por aceptar la suculenta recompensa de cuatrocientos talentos de oro de Aristóbulo ofreciéndole su ayuda por medio de amenazas a los sitiadores. Finalmente Hircano, que estaba siendo ayudado por el rey nabateo Aretas III, levantó el sitio. Muchos cambios sufriría el trono judío desde este momento. Pompeyo tuvo que mediar en la trifulca judía cuando a él acudieron Aristóbulo, Hircano y una delegación representante del pueblo judío para exponer sus ideas de gobierno.

 

El primer gran cambio sucedería cuando Pompeyo entró en Jerusalén profanando el Templo y convirtiendo a Judea en un protectorado de Roma. Pompeyo no perdió mucho tiempo en regular la situación interna del reino asmoneo; hizo prisionero a Aristóbulo y lo desterró a Roma, y confirmó a Hircano II en el car go de sumo sacerdote. Pompeyo se ocupó luego de reestructurar el poder de la dinastía asmonea: Samaría quedó independiente, y a las ciudades helenísticas de Transjordania las agrupó en una confederación llamada la Decápolis (en griego "las diez ciudades"). Al sumo sacerdote Hircano II no le quedó más que Judea y parte de Galilea, quedando así el reino asmoneo reducido de hecho a uno de tantos Estados vasallos de Roma.

Judea pasó a estar entonces bajo la autoridad romana, pero los problemas dinásticos no se terminaron, y en el año 60 antes de Cristo, Alejandro, hijo de Aristóbulo, escapaba de Roma, de igual modo que su padre lo conseguiría cuatro años después. Sus fuerzas se dirigieron contra Aulio Gabinio, militar romano que representaba verdaderamente al enemigo a derrotar para acabar con Hircano en Judea. A pesar de lograr varias victorias, fueron derrotados pocos años antes de que Roma sufriera la turbulenta época protagonizada por la victoria de los partos frente a Marco Licinio Craso, y por la guerra civil entre Pompeyo y Julio César. Aristóbulo fue envenenado en Roma y su hijo Alejandro decapitado en Antioquía, bajo una de las últimas órdenes que Pompeyo daría, antes de que César saliera victorioso y nombrara etnarca a Hircano, algo así como líder de los judíos, siempre bajo autoridad de Roma.

 

En estos años las vicisitudes de Palestina están estrechamente ligadas a las de Roma, en particular a la lucha por el poder entre Pompeyo, muerto en Egipto en el 48 a.C., y Julio César, y después de la muerte del último en el 44 a.C., a la lucha entre Octavio y Antonio, que terminará con la victoria de Octavio, que se convertirá así en emperador (Octavio César Augusto).

Hircano II logró conservar el poder poniéndose de parte de César mientras este estaba empeñado en la guerra contra Pompeyo en Egipto. Como aliado de Hircano II aparece un tal Antípatro, anteriormente gobernador de Idumea, que obtiene de César el nombramiento de gobernador de Judea. Uno de los hijos de Antípatro, Herodes, prosiguiendo esta política de equilibrio entre las facciones romanas opuestas, consigue en el 37 a.C. obtener de Antonio el nombramiento de rey de los judíos. Con gran habilidad, después de la derrota de Antonio, Herodes hace acto de sumisión a Octavio, el cual le confirma en la realeza, concediéndole también privilegios y ampliando sus territorios. De este modo el reino de Herodes alcanzará dimensiones considerables.

 

Años más tarde, durante el segundo triunvirato, Marco Antonio nombró etnarca al que llegaría a convertirse en el rey Herodes I el Grande. Pero los partos ocuparían Palestina en el año 40 antes de Cristo y nombraron rey a Antígono, segundo hijo de Aristóbulo. Herodes recuperaría el poder con creces, pues cuando Roma derrotó a los partos mediante la intervención de Cayo Sosio, se convirtió en rey en el 39 antes de Cristo. Roma llegó a calificar a Herodes como “rex socius amicusque populi romani”, o “rey aliado y amigo del pueblo romano”.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #108 en: 06 de Septiembre de 2017, 07:44:04 »
2.6.3.2.– Las Legiones en Judea

La presencia de las Legiones en Judea, está bien documentada. Azulejos encontrados en Caesarea Maritima, construidos en la segunda década antes de Cristo, sugieren que la Legio X Fretensis estaba en aquella época basada en Judea. Posteriormente, la X Fretensis se trasladó a Siria. En el año 6 fue acuartelada en aquella provincia junto con las legiones III Gallica, VI Ferrata y XII Fulminata. En el mismo año, Publio Sulpicio Quirino, gobernador de Siria, condujo a estas legiones en la represión de la rebelión que surgió después de la deposición de Herodes Arquelao.

 

Se han encontrado diez inscripciones, en el acueducto de Cesarea. Nueve son en Latin y uno es en griego, este último se refiere a las reparaciones realizadas por orden del procónsul romano de Palestina en / después de 385 CE. Algunos fueron hallados en dos montones de piedras y escombros en ambos lados de un "moderno" (primer trimestre del c CE 20) canal de drenaje y el acueducto, donde el desvío - uniones con el canal original - al oeste de Bet Hananya.

 

Esos nueve inscripciones latinas hacen mención a tres legiones romanas dedicadas a la reparación (no la construcción real) el acueducto de alto nivel durante el reinado de Adriano, a unos 130 CE: cinco inscripciones se refieren a Legio X Fretensis (del estrecho de mar), dos a la Legio VI Ferrata, uno de Legio II Trajana Fortis (valiente), y otra es incierto.

 

La imagen es del acueducto cerca de Bet Hananya - justo antes del inicio del desvío, consta de insignias legionario de la legión X romano y un ansata del tabula (mesa con asas de cola de milano), con el texto:  “IMP CAES / TRAIANVS / HADRIANVS / AVG FECIT / PER VEXILLATIONE / LEG X FRETE”


La Legio X Fretensis (Décima legión «del estrecho marino») fue una legión romana, reunida por Octaviano (Augusto) en 41/40 a. C. en lucha durante el período de la guerra civil que comenzó la disolución de la República romana. La X Fretensis está documentada hasta, al menos, los años 410.

 

Los símbolos de la Décima Fretensis eran el toro, el animal sagrado de la diosa Venus (antepasado mítica de la gens Julia), un barco (probablemente una referencia a las batallas de Nauloco y Accio, o alguna de ellas), el dios Neptuno y un verraco. El símbolo del toro puede también significar que estaba organizada entre el año 20 de abril y 20 de mayo.

 

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #109 en: 06 de Septiembre de 2017, 07:58:04 »
2.6.3.3.– El Censo de Augusto César

Augusto durante su mandato ordenó realizar varios censos a fin de controlar el número de habitantes de su Imperio para establecer tributos directos e indirectos, y con fines militares.


“En mi sexto consulado (28 a.C), llevé a cabo, con Marco Agripa como colega el censo del pueblo. Celebré la ceremonia lustral después de que no se hubiera celebrado en 42 años; en ellas fueron censados 4.063.000 ciudadanos romanos. Durante el consulado de Cayo Censorino y Cayo Asinio (8 a.C) llevé a cabo el censo por mi solo, en virtud de mi poder consular, en cuya lustración se contaron 4.233.000 ciudadanos romanos. Hice el censo por tercera vez, en virtud de mi poder consular y teniendo por colega a mi hijo adoptivo Tiberio César, en el consulado de Sexto Pompeyo y Sexto Apuleyo (14 d.C); con ocasión de este censo conté 4.937.000 ciudadanos romanos”.
Augusto. Res Gestae Divi Augusti. 8



Augusto, en sus Res Gestae, se refiere exclusivamente al empadronamiento de ciudadanos romanos, aquellos que se conocen como censos universales; no obstante otras fuentes hablan de otros censos provinciales, como el que nombra Flavio Josefo que vivió entre el 37 y 101 d.C. Augusto los ordenaba con la finalidad de determinar la riqueza de los territorios bajo su mando. Entre los provinciales queda constancia histórica de un censo realizado en Judea en el 6 d.C. siendo Quirino gobernador de Siria tras el exilio impuesto por el emperador al rey de Judea, Herodes Arquelao, quedando esta zona bajo tutela directa de Roma:


 “Entretanto Quirino, un senador que ya había ejercido todas las magistraturas y que luego de pasar por todos los grados honrosos obtuvo el consulado, además de haber ejercido otras dignidades, llegó a Siria enviado por César (Augusto), para administrar justicia en esta provincia y hacer el censo de los bienes. Lo acompañaba Coponio, de la orden ecuestre, para que quedara al frente de los judíos con plenos poderes. Quirino pasó a Judea, que había sido anexada a Siria, para llevar a cabo el censo de los bienes y liquidar los de Arquelao. Aunque los judíos al principio no quisieron acceder a la declaración, luego, por consejo del pontífice Joazar, dejaron de oponerse. Aceptando las razones de Joazar, permitieron que se hiciera el censo de los bienes” (Antigüedades Judías. XVIII).


 
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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #110 en: 06 de Septiembre de 2017, 08:20:29 »
2.6.3.4.– Revuelta Judía. Destrucción de Jerusalén

Desde la muerte del rey Herodes el Grande, antes incluso de que la dominación romana empezara a ejercerse de forma directa, había surgido entre los judíos un movimiento revolucionario de orientación teocrática, cuya finalidad era la expulsión de la presencia romana en Judea: los zelotes. Generalmente se considera como el iniciador de este movimiento a Judas el Galileo. Este grupo permanecería activo durante seis décadas y sería uno de los principales motores de la revuelta en el año 66. El movimiento fue radicalizándose a medida que los sucesivos incidentes iban acentuando el antagonismo entre judíos y romanos.

 

La revuelta se inició en el año 66 en Cesarea, cuando, tras ganar una disputa legal frente a los judíos, los griegos perpetraron un pogromo contra el barrio en el que la guarnición romana no intervino.2 La ira de los judíos se acrecentó cuando se supo que el procurador Gesio Floro había robado dinero del tesoro del templo. Así, en un acto desafiante, el hijo del sumo sacerdote, Eleazar ben Ananías, cesó las oraciones y los sacrificios en el templo en honor al emperador romano y mandó atacar a la guarnición romana que estaba en Jerusalén. El tetrarca de Galilea y gobernador de Judea, Herodes Agripa II, y su hermana Berenice huyeron mientras Cestio Galo, legado romano en Siria, reunía una importante fuerza en Acre para marchar a Jerusalén y sofocar la rebelión.

El asedio y la caída de Jerusalén
Los judíos lograron repeler las fuerzas de Cestio Galo en Bet Horón y le obligaron a retirarse, matando seis mil legionarios de la Legio XII Fulminata en la emboscada. Seguidamente, el emperador Nerón encargó la campaña al general Vespasiano, de los más experimentados de Roma, que concentró cuatro legiones, la V Macedonica, la X Fretensis, la XII Fulminata y la XV Apollinaris; sesenta mil hombres aproximadamente  en Judea y logró en el 68 aplastar la resistencia judía en el norte. Así, el líder zelote del norte, Juan de Giscala, y el sicario Simón bar Giora consiguieron escapar a Jerusalén. En el año 69 Vespasiano fue nombrado emperador de Roma, dejando a su hijo Tito, de veintinueve años, al cargo del asedio y la toma de Jerusalén, capital de la provincia de Judea.

 

El asedio de Jerusalén fue más duro de lo que Tito esperaba. Al no poder romper la defensa de la ciudad en un solo asalto, el ejército romano se vio obligado a sitiarla, estableciendo un campamento en las afueras. La cercada Jerusalén carecía de agua y alimentos suficientes para todos los sitiados, tomando en cuenta que muchos centenares de peregrinos habían llegado en meses pasados para celebrar la Pascua judía, pero ahora los romanos les impedían por la fuerza salir de la ciudad, con el fin que estos peregrinos causaran mayor presión sobre la menguada existencia de provisiones.

Dentro de Jerusalén la gente moría por millares de enfermedad y de hambre. Pero los revolucionarios judíos no estaban dispuestos a rendirse y arrojaban por encima de las murallas a aquellos pacifistas que les parecían sospechosos. Los defensores de la ciudad contaban con cerca de veinticinco mil combatientes divididos en zelotes, al mando de Eleazar ben Simón (ocupaban la Fortaleza Antonia y el templo), sicarios, al mando de Simón bar Giora (dominando la ciudad alta), idumeos y otros, a las órdenes de Juan de Giscala.

 

Tito también recurrió a la guerra psicológica. Antes de atacar las murallas de Jerusalén, ofreció a los sitiados un espectáculo: el ejército romano en su totalidad se desplegó a la vista de los asediados, para impresionarlos con su enorme poderío. Apeló asimismo a los servicios del ex prisionero judío Flavio Josefo exhortándole a que arengara a sus compatriotas a que se rindieran. Así lo hizo Josefo: «Que se salven ellos y el pueblo, que salven a su patria y al templo» (Guerra de los judíos V, 362); «Dios, que hace pasar el imperio de una nación a otra, está ahora con Italia» (ib. V, 367); «Nuestro pueblo no ha recibido nunca el don de las armas, y para él hacer la guerra acarreará forzosamente ser vencido en ella» (ib. V, 399); «¿Creéis que Dios permanece aún entre los suyos convertidos en perversos?» (ib. V, 413). Lo que Josefo quería demostrarles a los zelotes sublevados es que Dios ya no estaba con ellos y por tanto su lucha no sería exitosa.7 Pero Josefo no logró convencer a sus compatriotas sitiados, sino que por el contrario suscitó una reacción de rechazo.

 

En el verano del año 70 los romanos, tras romper las murallas de Jerusalén, entraron y saquearon la ciudad. Atacaron en primer lugar la Fortaleza Antonia y seguidamente ocuparon el templo, que fue incendiado y destruido el día 9 del mes judío de Av del mismo año; al mes siguiente cayó la ciudadela de Herodes.

El asedio y la caída de Masada
Conquistada Jerusalén, en la primavera del año 71 Tito parte hacia Roma, habiendo encargado la tarea de terminar las operaciones militares en Judea a la Legio X Fretensis bajo las órdenes del nuevo gobernador de Judea, Lucilio Baso. Debido a una enfermedad, Baso no completa la misión, por lo que es sustituido por Lucio Flavio Silva. Así, Silva marcha hacia la última fortaleza judía que quedaba en pie, Masada, en el otoño del año 72. De acuerdo con Josefo, cuando los romanos finalmente lograron entrar en Masada (año 73), descubrieron que novecientos cincuenta y tres defensores, bajo el liderazgo del sicario Eleazar ben Yair, habían preferido suicidarse en masa antes que rendirse.8

 

Tras la revuelta, toda Judea se convirtió en una provincia en ruinas, con una Jerusalén reducida a escombros y el Templo destruido. Según el autor judeorromano Flavio Josefo, aproximadamente 1 100 000 judíos murieron y 97 000 fueron capturados y esclavizados;9​ los cálculos actuales estiman el número de muertos entre 600 000 y 1 300 000 judíos.​ Desde el punto de vista histórico, la derrota de los judíos fue una de las causas de la Diáspora —numerosos judíos se dispersaron tras perder su Estado y algunos de ellos fueron vendidos como esclavos en diferentes lugares del Imperio romano.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #111 en: 07 de Septiembre de 2017, 08:58:39 »
2.6.4.– Herodes el Grande

2.6.4.1.– Herodes el Grande (I)

 

Herodes el Grande no era en realidad de origen judío, nació en la ciudad de Ascalón, probablemente en el año 73 a.C. Se trataba de una urbe pagana situada al sur de Israel, donde se rendía culto a Niké. Su padre era el idumeo Antípatro (originario del país de Edom, al sur de Judea, un pueblo desde siempre muy denostado por los profetas bíblicos)  y su madre, la nabatea Cypros, probablemente hija del rey Aretas III. Los idumeos o edomitas habían sido incorporados al imperio de la dinastía judía de los asmoneos y convertidos al judaísmo hacia el 130 a.C. Por este motivo los idumeos aún no eran bien vistos por los Judíos más piadosos.

 

Antípatro había comenzado como consejero del rey Hircano II, uno de los últimos representantes de la dinastía judaica de los asmoneos o macabeos, surgida de una influyente familia judía que había encabezado desde mediados del siglo II a.C. la resistencia nacional de los hebreos contra los dominadores grecosirios (los seleúcidas macedónicos de Siria) y contra los grecoegipcios (los ptolomeos macedónicos dominantes por entonces en Egipto). Este Antípatro, el padre de Herodes, había apoyado las pretensiones de Hircano al trono judío frente al hermano de éste, Aristóbulo, primero con el apoyo militar de sus parientes árabes y finalmente con el decisivo apoyo que consiguió del romano Cneo Pompeyo, cuyas tropas ya habían ocupado Siria por aquel entonces, durante la guerra del rey de Armenia contra los romanos. Pompeyo y sus legiones habían sitiado Jerusalén en el año 63 a.C, y sus propios habitantes le abrieron las puertas, pero tuvo que tomar al asalto el reducto amurallado del Templo donde se habían refugiado los partidarios de Aristóbulo, dispuestos a resistir. Tras el asalto y la victoria, Pompeyo entró con sus oficiales en la cámara prohibida del santuario, lugar reservadísimo en el que sólo podía entrar el Sumo Sacerdote, y contempló de cerca el tesoro sagrado y todos los objetos de oro puro que nadie había visto (el candelabro de oro, la mesa del altar y otros utensilios sacros); sin embargo, por la razón que fuere, no quiso llevarse nada. Confirmó a Hircano como sumo sacerdote de los judíos, impuso un tributo a Jerusalén y a su región, y se anexionó a Siria varias ciudades costeras de Palestina que le asegurasen las comunicaciones terrestres y marítimas con Egipto. Hecho lo cual, regresó a Roma llevándose deportado a Aristóbulo y a su familia (aunque éste se fugó durante el viaje).

 

Pero Aristóbulo y sus hijos no cejaron en sus pretensiones al trono judío y obligaron a nuevas intervenciones romanas, entre ellas la del gobernador romano de Siria, Gabinio, que venció a los partidarios de Aristóbulo en un combate cerca del monte Tabor. Poco después se produjo en Roma la guerra civil entre Julio César y Pompeyo, una guerra que tuvo fuertes repercusiones también en Oriente y que vino a complicar un poco más las cosas. Antípatro, el padre de Herodes, apoyó decisivamente a César en las campañas de éste contra el decadente y desintegrado Egipto ptolomeico, y en recompensa fue nombrado gobernador de Judea, a las órdenes de Hircano, el etnarca o "jefe" de la nación judía y sumo sacerdote. El prestigio de Antípatro creció, pero crecieron también sus enemigos internos, entre ellos los hijos del derrotado Aristóbulo, y finalmente fue asesinado (uno de los hijos de Antípatro, el joven Herodes, había sido nombrado gobernador de Galilea por su padre).

Hubo luego un intento de invasión de Judea por los partos iranios del otro lado del Éufrates, y con ella el ascenso definitivo de Herodes, a quien los romanos consideraban en Oriente como el único bastión seguro contra el imperio parto. Herodes fue a Roma y allí fue nombrado "rey de los judíos" por el Senado, y acompañado de Marco Antonio y de Octavio (el sobrino de César) subió al templo romano del Capitolio para ofrecer sacrificios a Júpiter.

Sin embargo, por aquel entonces, Herodes era en realidad un rey sin reino, y tuvo que reconquistar el país judío región por región y ciudad por ciudad frente a sus enemigos interiores (principalmente Antígono, hijo de Aristóbulo, e incluso el propio Hircano, a quien había servido su padre), y asimismo frente a enemigos exteriores no menos persistentes (los árabes nabateos y los partos). Tras sufrir no pocas vicisitudes y peligros personales y familiares, Herodes y los suyos se apoderaron sangrientamente de Jerusalén (31 a.C.), y comenzó un largo reinado que habría de durar 33 años. En la última fase de la larga e intermitente guerra civil romana, esta vez entre Octavio y Marco Antonio, Herodes apoyó a Antonio por lealtad y amistad, y le fue fiel hasta el final. Fue precisamente por esta lealtad incondicional por lo que Herodes obtendría después fácilmente el perdón, el aprecio y la amistad personal de Octavio, vencedor absoluto de la guerra civil romana tras la batalla de Accio y el suicidio de Antonio y de Cleopatra.

 

Octavio Augusto, "dueño de Roma, del Imperio y del Mundo", confirmó a Herodes el título de rey de todos los territorios palestinenses entre la provincia romana de Siria y la de Egipto. Herodes, por su parte, tampoco se demoró mucho para desembarazarse de posibles enemigos y rivales dentro de su reino: hizo asesinar a su joven cuñado, el último descendiente de la dinastía asmonea, para que nadie le viese a él mismo como un usurpador (unos jóvenes previamente aleccionados le ahogaron en una piscina del palacio de Jericó fingiendo que jugaban con él), y también hizo matar a su suegro, el viejo Hircano, que imprudentemente se había arriesgado a volver desde su exilio confiado en el matrimonio de Herodes con su hija. De este modo no dejaba a nadie con legitimidad y fuerza suficiente dentro de la familia asmonea para que se atreviera a disputarle el trono en lo sucesivo.

El reinado de Herodes, bajo la benevolente mirada desde Roma de su amigo y protector, el emperador Octavio Augusto, fue relativamente tranquilo en las relaciones exteriores, pero en el orden interno constituyó una auténtica tiranía personal, soportada con resignación y servilismo por todo el pueblo. Emprendió una grandiosa política de construcciones públicas y privadas: reconstruyó el Templo de Jerusalén, ampliándolo y embelleciéndolo considerablemente, reurbanizó totalmente la ciudad costera de Cesarea (llamada así en honor del "César" Augusto), rehaciéndola con planta grecorromana, templos helénicos, un teatro, un anfiteatro, y sobre todo un magnífico puerto que constituyó una de las mayores obras de ingeniería civil de la Antigüedad (la ciudad de Cesarea sería luego la sede oficial de los posteriores procuradores romanos en Judea), y fundó además numerosas villas de recreo y ciudades residenciales por todo su reino, a las que dió los nombres de personas de su familia, así como diversos palacios-fortaleza para él y para sus familiares en distintos lugares de Judea y de la Transjordania. Financió personalmente la continuidad de los Juegos Olímpicos de Grecia, ya muy decaídos por falta de dinero, e incluso construyó en Palestina varios gimnasios, estadios e hipódromos. Sus liberalidades se extendieron también a otros pueblos y ciudades extranjeras. Naturalmente, toda esta política de grandiosas obras públicas y de helenismo arquitectónico y cultural fue mayoritariamente financiada con un aumento considerable de los impuestos y tributos sobre sus sufridos súbditos judíos. Incrementó también su ejército personal, formado por mercenarios y por gentes del país (idumeos y otros), y mantuvo una especie de "red" de confidentes o "policía secreta" que le tenían permanentemente bien informado de cualquier atisbo de conspiración o de rebelión en el reino.

 

Con todo, hubo problemas en el reino de Herodes, y problemas graves. El helenismo del rey y de sus cortesanos no gustó nada a las clases sacerdotales judías, que de momento callaron; pero además sirvió a la larga para exacerbar los ánimos nacionalistas y ultrarreligiosos y los sentimientos antirromanos posteriores en buena parte de la población.

El rey hacía ostentación de ser un príncipe de cultura grecorromana. Bastaba ser griego, o romano, culto y bien educado, para pasar unos días, regaladamente, en el palacio de la capital o en el de Jericó. Los aposentos para invitados de la corte real estaban siempre ocupados. Como si Herodes tuviera horror a que hubiera un vacío en su entorno, nobles extranjeros –filósofos, historiadores, poetas y hombres de teatro– desfilaban incesantemente por la corte, y eran invitados asiduamente a comer y a dormir a costa de las finanzas reales. Herodes se comportaba en Jerusalén del mismo modo que Mecenas, el fiel colaborador de Augusto, protector de artistas y poetas, lo hacía en Roma.

Este desfilar de gentiles irritaba principalmente a fariseos y esenios, numerosos en Jerusalén y alrededores; los primeros ostentaban altos cargos religiosos, como sumos sacerdotes del Templo, mientras que los esenios eran una secta apocalíptica que quería purificar el judaísmo. Todos creían que el rey estaba corrompiendo a propósito las costumbres de su corte, y que esa indecencia se estaba expandiendo por la ciudad y sus alrededores. Como ejemplo pusieron la construcción de un teatro y un hipódromo, símbolos de la cultura pagana de griegos y romanos.

De la mano de su consejero Nicolás de Damasco, parecía que el monarca descuidaba los deberes de Estado y se había entregado demasiado al aprendizaje de la filosofía, la retórica y la historia griega y romana. Pero no a la Ley, la única fuente de sabiduría. La administración de los asuntos de Estado recaía en gentes de educación griega, situadas en puestos clave. Así, la exhibición de la pompa romana y griega en ciertas ciudades del reino, como Cesarea, era absolutamente inaceptable para los judíos. Ante los piadosos de Israel todas estas realidades tenían un peso mucho más negativo que algunos actos aparentes de devoción, escasos, por parte del rey, y también más que algunas concesiones aisladas a los fariseos, a quienes el rey tenía políticamente en cuenta como maestros que eran del pueblo.

La construcción de templos paganos en zonas como Sebaste (Samaria), y en especial el dedicado a la diosa Roma y al genio de Augusto en Cesarea, era un insulto público a la Ley. Para colmo, Herodes había preparado grandes festejos paganos para la inauguración de Cesarea, la gran capital que había hecho construir en la costa, entre las actuales Tel Aviv y Haifa, provista de un puerto artificial y diversos anexos, además del templo. Herodes organizó luchas de gladiadores y otros juegos durante la dedicación del templo; todo el conjunto estaba ofrendado al emperador Augusto y a Livia, su esposa, que contribuyó a la ocasión con magníficos dones como premio para los vencedores. Pero para los judíos, las luchas de gladiadores eran profundamente inmorales, pues consideraban que el único dueño de la vida humana era el Altísimo. Además, por la noche se multiplicaban los festines y las bailarinas extranjeras eran casi más abundantes que los comensales. Y con ellas, las orgías y el desenfreno. El pueblo lo sabía y se escandalizaba profundamente.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #112 en: 07 de Septiembre de 2017, 09:04:28 »
2.6.4.2.– Herodes el Grande (II)

El caso es que en el reinado de Herodes no parece que se produjeran incidentes religiosos graves ni grandes protestas contra la helenización de las costumbres promovida e intensificada por el rey. En cualquier caso, sus confidentes y su numeroso ejército personal estaban allí para cortar de raíz cualquier conato de protesta o cualquier queja en voz demasiado alta. Pero el suceso más grave ocurrió al final de la vida de este monarca, y sólo cuando corrió el rumor de que se estaba muriendo. Dos importantes y prestigiosos doctores de la Ley animaron a sus discípulos a acabar con una "abominación" que desde hacía largo tiempo manchaba el lugar sagrado del Templo: un águila de oro que, según la costumbre helenística, Herodes había hecho colocar en uno de los frontispicios de su Templo. Varios jóvenes se descolgaron con cuerdas y destrozaron a hachazos ese emblema pagano; apresados por la guardia del Templo, Herodes los hizo quemar vivos, a ellos y a los doctores que les habían instigado a hacerlo.

 

Otras dos acciones de Herodes ofendieron la sensibilidad religiosa israelita: su sórdido manejo del sumo sacerdocio del templo de Jerusalén y la profanación de la tumba de David. Lo primero se remontaba a inicios del reinado. El flamante monarca tuvo la osadía de nombrar como sumo sacerdote a Hananel, un hombre oscuro y desconocido, aunque descendiente auténtico de Sadoc (el sacerdote de tiempos del rey David que dio origen al linaje de los saduceos); por lo tanto, estaba, en sí, legítimamente capacitado para el cargo. Pero que el rey hiciera tal nombramiento no era de recibo, ni mucho menos. La cosa no quedó ahí. Pronto, sin previo aviso, el monarca lo depuso y nombró sumo sacerdote a Aristóbulo, hermano de su esposa Mariamne, descendiente por tanto de los macabeos, el linaje que había encabezado la lucha por la independencia de los judíos en el siglo anterior. Pero antes de un año ordenó su asesinato. Oficialmente, Aristóbulo murió ahogado accidentalmente mientras se bañaba en una alberca del palacio, pero todos sabían que la mano del rey estaba detrás.

 

El segundo motivo de escándalo fue la expoliación de la tumba del rey David, en Belén. Según noticias que habían pasado de boca en boca, décadas antes, el rey Juan Hircano había conseguido tres mil talentos bajando al sepulcro de David y apoderándose de parte de las monedas y objetos preciosos que allí había como ofrenda funeraria. ¡Y corrían lenguas de que aún quedaba mucho más! Herodes decidió imitar el ejemplo de su antecesor a causa, sobre todo, de los dispendios de Cesarea, que habían exigido cuantiosas sumas. Como la presión de los impuestos y tributos era ya considerable, al rey se le ocurrió que tal sistema de conseguir dinero era fácil. Pero lo único que consiguió fue enajenarse la voluntad de los pocos piadosos que de entre los ciudadanos judíos aún lo defendían. El hecho era terrible y Herodes lo sabía; no sólo significaba la profanación de un símbolo venerado, sino que comportaba algo que la religión judía prohibía terminantemente: el contacto con cadáveres, que conllevaba impureza e impedía acercarse al Templo.

El rey quiso llevar la acción en secreto. De noche, con una guardia escogida y algunos obreros armados con picos de hierro y otros útiles, bajó él en persona para violar el sepulcro, pero allí no quedaba casi nada. Esto, aderezado con la novelesca historia de que tanto el rey como sus cómplices habían huido despavoridos ante una serpiente gigantesca que moraba en la tumba, fue lo que se divulgó entre la población, que se ratificó en su odio hacia el rey. Y aumentó la distancia, cada vez más infranqueable, entre Herodes y su pueblo.

Sin embargo, las principales desgracias de este rey le vinieron sobre todo desde su propia casa, es decir, de su propia y numerosa familia. Herodes se casó diez veces y tuvo no menos de diez hijos y cinco hijas. Las intrigas de algunas de estas mujeres y de sus hijos para tratar de consolidar su propia posición en palacio trajeron de cabeza al rey y amargaron profundamente su existencia. A esas intrigas se sumaron también dos de los hermanos de Herodes: por un lado su hermana Salomé, amiga de Livia (la esposa del emperador Augusto), que en su madurez se encaprichó de cierto dignatario de un reino árabe vecino (Herodes le prohibió terminantemente a su hermana mantener relaciones con el árabe, que incluso se había atrevido a pedírsela en matrimonio), y por otro lado su hermano Ferora, muy enamorado a su vez de una esclava a la que hizo su esposa en contra de la voluntad de Herodes, que quería casarle con una de sus hijas. Pero las principales intrigas de este numeroso harén real partieron del mayor de sus hijos, llamado Antípatro como su abuelo, que con el apoyo de otros cortesanos consiguió desacreditar a dos de sus hermanastros, Alejandro y Aristóbulo, dos de los hijos que Herodes había tenido con otra de sus mujeres, Miriam o Mariam. De esta Miriam, nieta de Hircano II y descendiente por tanto de la familia real asmonea, el rey había llegado a estar muy enamorado, tanto que ella le tenía completamente dominado, le reprochaba la muerte de su abuelo y con frecuencia le escarnecía y le insultaba; pero las intrigas y calumnias de la hermana de Herodes, Salomé, terminaron por desacreditarla como adúltera y Herodes la hizo matar en un arrebato de celos, aunque luego se arrepintió y se desesperó cuando ya la cosa no tuvo remedio. Los dos hijos de Miriam también fueron acusados más tarde por su hermanastro Antípatro de conspirar contra su padre e intentar asesinarle. Tras una serie de efímeras y frustradas reconciliaciones, se reanudaron las sospechas: Herodes empezó por hacer torturar a muchos palaciegos y amigos de sus hijos, y todos se acusaban entre sí y "confirmaban" la supuesta conspiración. El rey envió por carta a Roma algunas de las "pruebas" y obtuvo de Augusto el permiso para someter a juicio a estos dos hijos, aunque Augusto (que también tenía, como es sabido, sus propios problemas domésticos) empezaba a estar harto de los problemas familiares de Herodes, que ya venían de mucho tiempo atrás. Los dos jóvenes fueron rápidamente juzgados sin posibilidad de defensa, encerrados luego en una fortaleza y finalmente estrangulados por orden del rey. El suceso causó consternación entre el pueblo, que siempre creyó en su inocencia, y también causó malestar en el ejército, que los apreciaba (muchos soldados que se habían atrevido a expresar en voz alta su disconformidad fueron arrestados y apaleados hasta la muerte por orden de Herodes). Posteriormente, al propio Herodes le asaltaron dudas de si acaso había actuado con demasiada precipitación en la ejecución de sus hijos, y en adelante trató con muchos mimos y consideraciones a sus nietos pequeños, los hijos de Aristóbulo y Alejandro: allí estaban, entre otros, la pequeña Herodías, que tanto daría que hablar después, o el jovencísimo Herodes Agripa (llamado así en honor del romano Vipsanio Agripa, íntimo amigo de Augusto y del propio Herodes), que con el tiempo llegaría a ser rey en los dominios de su abuelo.

Pero tampoco el hermanastro intrigante, Aristóbulo, quedó a salvo por mucho tiempo. Se descubrió una nueva conspiración palacial tras la muerte del hermano de Herodes, Ferora, que al parecer había sido envenenado, no se sabe si intencionada o accidentalmente, pues el caso es que el veneno lo había hecho traer de Egipto el propio Ferora, según parece destinado a Herodes. Fueron torturadas varias mujeres de palacio, libres y esclavas, y de sus forzadas declaraciones fueron saliendo los hilos de la conspiración y varios nombres concretos, entre ellos el de la mujer de su hermano. Herodes hizo comparecer a la esposa-esclava de Ferora, cuya posición en el harén real era ya muy precaria, pues era muy despreciada por su origen esclavo, y le exigió que le presentase el famoso veneno egipcio o lo que quedase de él. Ella hizo que se retiraba hacia sus habitaciones a buscarlo, pero en un momento de descuido de los que la vigilaban se arrojó por uno de los tejados. El suicidio resultó fallido, pues sólo perdió el conocimiento por el golpe. Cuando se recuperó, Herodes le preguntó por qué se había tirado y le juró que, si le decía la verdad, la dejaría libre de todo castigo, pero que, si le mentía, destrozaría su cuerpo con torturas hasta que no quedara ni un solo miembro para enterrar. Entonces ella lo confesó todo, y acusó a Antípatro, el hijo mayor de Herodes. El rey decidió llegar hasta el fondo del asunto, esta vez sin precipitaciones: obtuvo nuevas confesiones e inculpaciones, contrastó todos los testimonios, y fue confirmando una por una todas sus sospechas. Entretanto había enviado a Roma a Antípatro, que nada presentía, y la "policía secreta herodiana" actuó de una forma tan eficaz que nadie de los amigos, esclavos y allegados de Antípatro pudo salir de Judea para avisarle en Roma de lo que su padre le preparaba. Cuando Antípatro regresó, Herodes le hizo detener sin más explicaciones. Estaba allí casualmente presente el gobernador romano de Siria, Quintilio Varo, que asistió al improvisado juicio. Antípatro, con su habitual cinismo y talento oratorio, se defendió bien, e incluso logró al principio convencer y conmover al propio Varo; pero las pruebas eran abrumadoras, y cuando le fueron presentadas ya no quiso defenderse. Fue encerrado en una prisión, a la espera de que Augusto desde Roma confirmase la sentencia.

 

Luego vino el mencionado suceso del águila de oro en el Templo y la ejecución de los implicados, y finalmente el estado de salud del viejo Herodes se agravó. Sus últimos días fueron terribles. Estaba minado por la enfermedad y los dolores: tenía por toda la piel un picor insoportable, dolores continuos en el intestino, una inflamación en los pies, hinchazón del vientre y un cáncer de pene; además sufría asma y tenía dificultades para respirar con normalidad. El rey presentía que su muerte estaba muy próxima,aunque no perdió las esperanzas de recuperarse un poco o de al menos aliviar sus dolores: se sometió a baños termales y a otras terapias médicas de la época, pero todo fue inútil y su estado se agravó. En cierta ocasión parece que incluso intentó suicidarse clavándose un puñal, pero uno de sus cortesanos se lo impidió deteniendo la mano temblorosa del viejo monarca (aunque es posible que no fuera más que otro de los actos histriónicos del desquiciado rey). Llegó por fin de Roma la respuesta de Augusto, autorizando a Herodes a obrar como quisiera en lo referente a su hijo. En su prisión, Antípatro concibió esperanzas de salir bien librado ante la inminente muerte de su padre e intentó sobornar a uno de sus carceleros; pero éste fue inmediatamente a contárselo a Herodes, el cual ordenó en el acto la ejecución de su hijo. Además de ésto, furioso por la alegría que su muerte iba a causar en el pueblo, quiso que los judíos tuvieran un buen motivo para hacer duelo y lamentaciones en lugar de fiesta y regocijo: ordenó la detención indiscriminada de numerosas personas de las distintas aldeas y ciudades de Judea y encargó a su hermana Salomé que los hiciera ejecutar tras su muerte (afortunadamente ella no cumpliría esas inicuas instrucciones, sino que se apresuró luego a ponerlos en libertad). Murió, por fin, el rey, cinco días después de la ejecución de su hijo Antípatro. Se celebró el luto oficial y las honras fúnebres, y su cuerpo fue sepultado en la fortaleza de Hircania por él construida.


 
Herodes y sus Hijos

 
Su Corte Helenista

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #113 en: 07 de Septiembre de 2017, 09:23:49 »
2.6.4.3.– Herodes el Constructor

Aunque Herodes pervive en el recuerdo como monarca envidioso y criminal que asesinó a miembros de su propia familia. Sin embargo, años antes, aquel soberano se había ganado el favor popular por sus extraordinarios logros arquitectónicos, entre los que figuraban templos, anfiteatros, hipódromos, acueductos y fortalezas palaciegas provistas de lujosas casas de baños. Aun hoy, tales obras impresionan a los ingenieros que las estudian.

 

Herodes eligió lugares de gran belleza escénica y supo integrar muy bien la arquitectura en la topografía. Decoró sus palacios con hermosos frescos, estucados y pavimentos de mosaico. También introdujo los baños romanos en Judea, con sus salas calientes y templadas y conductos de calefacción bajo el suelo. Hasta edificó ciudades enteras, una de ellas dotada de puerto artificial.

La ciudad portuaria de Cesarea
Uno de los mayores puertos marítimos del mundo romano fue el de Cesarea, cuyas dimensiones llenan de asombro a los arqueólogos. Podía albergar un centenar de naves, lo que atestigua la relevancia de aquella localidad en el comercio internacional de la época.
Los estudiosos saben que los constructores de sus muelles y rompeolas emplearon las más avanzadas técnicas del momento. Pero por largo tiempo fue un enigma cómo habrían logrado mover los colosales bloques que menciona el historiador judío Flavio Josefo, de 15 metros de largo, 3 de alto y 2,7 de ancho (50 por 10 por 9 pies). El misterio se aclaró gracias a exploraciones subacuáticas recientes, las cuales revelaron que dichos bloques no eran de piedra, sino de hormigón. Se fabricaron vertiendo el cemento en un encofrado (o molde) de madera, y luego fueron hundidos y anclados al fondo.

 

La propia ciudad estaba muy bien planificada e incluía un templo consagrado a César Augusto, un palacio, un hipódromo, un teatro con aforo para 4.000 personas sentadas, una red subterránea de alcantarillado y un sistema de acueductos y túneles que traían agua desde el macizo del monte Carmelo, a unos seis kilómetros (cuatro millas) de distancia.

Jerusalén y el templo de Herodes
Sin duda, la obra más grandiosa del monarca fue la reconstrucción del templo de Jerusalén. El original lo había levantado el rey Salomón en conformidad con los planos que su padre David había recibido por inspiración divina (1 Reyes 6:1; 1 Crónicas 28:11, 12). Cuatrocientos veinte años después, aquel centro de adoración había sido arrasado por los babilonios, y nueve décadas más tarde, el gobernador judío Zorobabel lo había sustituido por otro más modesto.
Con referencia al santuario que Herodes edificó en el mismo solar, Josefo escribió: “La parte exterior [...] estaba recubierta por todos los lados por gruesas placas de oro y así, cuando salían los primeros rayos del sol, producía un resplandor muy brillante y a los que se esforzaban por mirarlo les obligaba a volver sus ojos, como si fueran rayos solares. Desde lejos, a los extranjeros que se acercaban allí les parecía que era un monte cubierto de nieve, ya que el mármol era muy blanco en las zonas que no estaban revestidas de oro”.

 

Miles de hombres intervinieron en la construcción de los muros de contención de la explanada del templo, que en el tramo occidental alcanzaban una longitud de medio kilómetro (1.600 pies). Los bloques de piedra, colocados sin ninguna argamasa, eran enormes. Uno de ellos pesaba casi 400 toneladas y, en palabras de un respetado historiador, “su tamaño no tenía rival en la antigüedad”. ¡Con razón causaron tanta impresión a los discípulos de Jesús! (Marcos 13:1.) En lo alto de los muros se encontraba el monte del Templo, la mayor plataforma artificial de la época, donde habrían cabido más de veinte campos de balompié.

Herodes mandó realizar muchas otras edificaciones en Jerusalén, como la fortaleza Antonia, adyacente al templo, un palacio y tres singulares torres de varios pisos a la entrada de la ciudad.

Samaria y Jericó
Herodes recibió como donación de César Augusto la antigua ciudad de Samaria, a la que cambió el nombre a Sebaste. También la embelleció con diversos monumentos, entre los que destaca uno que al parecer era un estadio rodeado de columnatas. Asimismo erigió grandes edificios que exhibían elaborados frescos.

 

Otro escenario de sus proezas arquitectónicas fue Jericó, ciudad ajardinada que abarcaba unas 1.000 hectáreas (2.500 acres). Situada en el valle del Jordán, a unos 250 metros (820 pies) bajo el nivel del mar, goza de un clima subtropical. Por esa razón, Herodes levantó allí un palacio de invierno combinando tres palacios que él mismo había construido antes. De este modo formó un amplio conjunto en el que cada edificio contaba con salones de recepción, termas, jardines y piscinas. No es de extrañar que esta fuera su residencia invernal predilecta.

Magníficos palacios-fortalezas
Claro, Jericó no era la única opción que tenía el rey para el tiempo frío. También había edificado un baluarte en Masada, una meseta rocosa que se alza a más de 400 metros (1.300 pies) sobre el mar Muerto. Allí había mandado hacer un elegante palacio de tres niveles con terrazas y piscinas, así como otra residencia con baños romanos que incorporaban tuberías de calefacción en las paredes e incluso letrinas con sistema de descarga de desechos.

En medio del desierto más inhóspito, Herodes creó un auténtico centro de salud para la realeza que contaba con una docena de cisternas con capacidad para 40.000.000 de litros (10.500.000 galones). Dado que el recinto disponía de una eficiente red de recogida de lluvia, había suficiente agua para los cultivos y para las piscinas y baños.

 

Otra de sus grandes proezas de ingeniería fue la fortaleza palaciega del Herodión, situada en una elevada colina a cinco kilómetros (tres millas) al sureste de Belén. Constaba de dos secciones: la superior y la inferior. El Herodión alto comprendía un imponente palacio-fortaleza coronado al este por una torre de cinco pisos —hoy en ruinas— que dominaba el horizonte. Hace dos años, las agencias de noticias internacionales difundieron el hallazgo de restos de la tumba de Herodes en la ladera superior y subrayaron que confirmaba el relato que hizo Josefo en el siglo I sobre la procesión funeraria que tuvo lugar en aquel punto.

El Herodión bajo contaba con un complejo de oficinas y anexos del palacio. El punto más importante era un jardín romano adornado con columnas que rodeaba una alberca inmensa —el doble de una piscina olímpica— con una isleta ornamental en el centro. Cumplía la función de depósito, pero también se usaba para nadar y pasear en barca. La abastecía un manantial a través de un acueducto de cinco kilómetros (tres millas y media).

 

Mucho se ha escrito sobre el programa arquitectónico de Herodes el Grande, y aún se especula sobre las razones por las que lo emprendió. Hay quienes dicen que lo movía la sed de gloria o el deseo de conseguir favores políticos. Sea como fuere, el breve repaso que hemos hecho nos confirma que este monarca, si bien fue un déspota sin entrañas, también fue un magnífico constructor.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #114 en: 07 de Septiembre de 2017, 09:41:21 »
2.6.4.4.– El Ejercito de Herodes (I)

En el ejército de Herodes convivían mercenarios extranjeros y habitantes de los territorios que gobernaba, tanto judíos como gentiles, aunque la escasa fiabilidad de los judíos de Palestina hacía que otros grupos estuvieran mejor representados: idumeos, celtas, tracios, germanos, griegos y judíos de la diáspora.

 

En la guardia real habían al menos cuatro unidades:

- Los Doryphoroi o "lanceros". No se sabe si se trataría de lanceros de caballería al estilo de los xistophoroi helenísticos o de infantes. Tampoco se sabe el origen de sus integrantes, tal vez soldados veteranos o tal vez jóvenes de las mejores familias del reino.

 

 

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #115 en: 07 de Septiembre de 2017, 09:49:51 »
2.6.4.5.– El Ejercito de Herodes (II)

- Celtas. Al parecer no se trataría de los gálatas que sirven como mercenarios en muchos ejércitos helenísticos, sino de un contingente de 400 galos "occidentales" que había servido en la guardia de Cleopatra y que Augusto habría "regalado" a Herodes tras la anexión de Egipto.

 

 

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- Germanos. Probablemente Herodes formó esta unidad a imitación de los "germani corpores custodes" de Augusto. No está claro si los celtas y los germanos actuaban en campaña como jinetes o como infantes.

 

- Tracios. La presencia de mercenarios tracios es muy habitual en los ejércitos helenísticos. En el de Herodes habrían participado tanto jinetes como infantes de ese origen.

 

En todo caso los tracios, tal y como dijimos más arriba, eran un contingente muy numeroso por lo que probablemente también habrían unidades de mercenarios tracios fuera de la guardia.

 

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #116 en: 07 de Septiembre de 2017, 09:57:44 »
2.6.4.6.– El Ejercito de Herodes (III)

El ejército "de campaña" estaría constituido por unidades de caballería, infantería pesada e infantería ligera. Además de los mercenarios habrían contingentes de nativos de los territorios de Herodes: idumeos, itureos y judíos. Tal y como pasaba con las unidades de tracios es muy posible que muchas de las cohortes Ituraerorum que vemos posteriormente en el ejército romano fueran en realidad unidades herodianas incorporadas tras la anexión: una cohors equitata, una cohors de arqueros y al menos cuatro más. Probablemente cerca de 5.000 hombres.

 

Una especie de reserva estaría constituida por colonos militares, veteranos asentados en localidades desde donde ejercían labores de policía interior pudiendo incorporarse al ejército de campaña en caso de necesidad. Flavio Josefo menciona que Herodes asentó a más de 12.000 colonos militares.

 

De entre las colonias colonias militares destacan las asentadas en las poblaciones de Samaria (reconstruida como Sebaste) y Stratonis Turris (rebautizada como Cesarea Marítima). Ambas ciudades podían proporcionar a Herodes un cuerpo de ejército ("meros") denominado "Sebasteni" que incluía 3.000 hombres (cerca de 500 jinetes y el resto infantería pesada).

Otro contingente de colonos militares (probablemente el más exótico) es el de los 500 jinetes arqueros que llegaron desde Partia. La historia es la siguiente: hacia el año 20 llegó a territorio romano un tal Zamaris huyendo de las guerras civiles que asolaban el imperio parto. Era un rico "judío de Babilonia", un miembro de la comunidad judía en la diáspora, y llegó acompañado por sus parientes (100 contando solo los hombres) y por una unidad de 500 jinetes arqueros.

 

Zamaris solicitó un lugar donde asentarse a Consul Sentius Saturninus, gobernador de Siria, pero cuando Herodes se enteró le ofreció tierras en Batanea. Zamaris y los suyos fundaron allí la ciudad de Bathyra y se ocuparon de proteger la frontera contra las incursiones de los nómadas trachonitas y la ruta de los peregrinos de Babilonia.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #117 en: 07 de Septiembre de 2017, 10:11:18 »
2.6.4.7.– ¿Ordenó matar el Rey Herodes a los niños inocentes?

Uno de los pasajes más terribles del Nuevo Testamento es, sin duda, el relato que hace San Mateo sobre la degollación de los niños de Belén.

 

En el capítulo 2 de su Evangelio nos cuenta cómo, cuando nació Jesús, se presentaron en Jerusalén unos magos venidos de Oriente que le preguntaron al rey Herodes: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?”. Herodes, que se consideraba el único rey de los judíos, se alarmó al oír esto pues pensó que se trataba de alguien que venía a quitarle su trono. Entonces envió a los magos hacia Belén, donde tenía que nacer el Mesías, con la recomendación de que una vez que lo encontraran se lo hicieran saber. Pero los magos, después de hallar a Jesús, en vez de volver a Jerusalén y avisarle al monarca, decidieron regresar a su país por otro camino. Cuando el rey Herodes se enteró de que los magos lo habían burlado se enfureció terriblemente y envió a sus soldados a matar a todos los niños de Belén y sus alrededores, menores de dos años, a fin de eliminar entre ellos a Jesús. Pero éste logró salvarse porque José y María huyeron a tiempo a Egipto, donde buscaron refugio (Mt 2,118).

 

Bajando las cantidades
Incluso se han hecho cálculos cuidadosos acerca de cuántos niños habrían muerto en aquella oportunidad.

Ciertos comentaristas antiguos han calculado en 3.000 los “santos inocentes” muertos ese día. La iglesia griega sostiene que fueron 14.000. Los cristianos sirios los elevan a 64.000. Y algunos han llevado la cifra a 144.000, pues piensan que el libro del Apocalipsis, cuando habla de los 144.000 muertos “que no se mancharon con mujeres pues son vírgenes” (14,15), se refiere a ellos.

 

Pero en realidad Belén era una pequeña aldea en tiempos de Jesucristo, y su población no llegaría a los 1.000 habitantes. Por lo tanto los nacimientos no podían haber sido más de 30 por año. Como la mortalidad infantil de oriente era muy elevada en esa época, es probable que sólo la mitad de los recién nacidos llegaran a los dos años, así que quedarían unos 15 niños. A éstos 15 hay que restarle la mitad, correspondiente a las niñas, que Herodes no tendría porqué haber ordenado matar, con lo cual nos quedan unos 7 niños sobrevivientes por año. Como las criaturas muertas tenían de dos años para abajo, las víctimas debieron de haber sido unas 14. Y quizás unas pocas más si la degollina se hubiera extendido “a los alrededores” de Belén, como dice el Evangelio.


La crueldad de Herodes
Sin embargo hoy los estudiosos han avanzado más todavía, y se preguntan: ¿es éste un relato histórico? Es decir, ¿ocurrió realmente la matanza de los niños inocentes?
Cualquiera que sepa un poco de historia no dudaría en decir que es posible. En efecto, Herodes es ampliamente conocido en las crónicas judías por su carácter cruel y sanguinario, y sabemos que durante su gobierno no dudó en aniquilar a cuantos pretendieron ponerse en su camino o disputarle el trono, fueran éstos enemigos o parientes.
Por ejemplo, cuando subió al trono de Jerusalén en el año 37 a.C. hizo matar a 45 partidarios de su rival Antígono, así como a numerosos miembros del Sanedrín, la corte suprema de los judíos. Dos años después ordenó ahogar en una piscina de Jericó a su cuñado Aristóbulo, a quien poco antes él mismo había nombrado Sumo Sacerdote, aunque sólo tenía 16 años y era hermano de su mujer predilecta. En el año 34 hizo matar a José, tío suyo y esposo de su hermana Salomé. Cinco años más tarde cometió el delito más trágico de todos: debido a simples calumnias que le habían llegado hizo matar a su mujer Miriam, de quien estaba locamente enamorado; y apenas fue ejecutada la sentencia, el rey se arrepintió y quedó tan enloquecido de dolor, que ordenó a sus sirvientes que fueran por los pasillos del palacio llamando a la muerta en voz alta, como si todavía viviera.

 

Lágrimas para un funeral
Pero sus crímenes no terminaron allí. A los pocos meses mandó matar a su suegra Alejandra, acusada de intrigar en su contra. En el año 25 mató a su cuñado Kostobar, nuevo esposo de su hermana Salomé. En el colmo de su crueldad, hizo matar a dos de sus hijos, Alejandro (el segundo) y Aristóbulo (el tercero), porque sospechaba que conspiraban contra él, así como a 300 oficiales partidarios de los dos jóvenes.
En el año 4 a.C, sólo cinco días antes de su muerte, y hallándose gravemente enfermo, hizo matar a su hijo mayor Antípatro, que estaba a punto de sucederlo en el trono; y tanto le agradó esta muerte, que luego de la ejecución pareció recobrarse y mejorar de salud.
Y cuando ya estaba a punto de morir, para poder concluir su vida con un acto digno de su temperamento brutal y feroz, como preveía que su fallecimiento iba a producir gran alegría entre sus súbditos y él quería que su pueblo llorara, hizo encarcelar en el hipódromo de Jericó a los representantes de las principales familias judías del país, y ordenó a su guardia que fueran degollados apenas él muriera. Así habría lágrimas en todo su reino el día de su funeral.
Por todo este despliegue de crueldad y barbarie que exhibió Herodes a lo largo de su gobierno, la idea de unos cuantos niños asesinados en Belén por temor a que le disputaran el trono no resulta descabellada.

El silencio de los inocentes
Pero (y aquí viene la dificultad para aceptar este hecho como histórico) resulta extraño que semejante matanza de niños no figure en ningún otro documento de la época. Ninguno de los otros evangelistas se refiere al episodio ni a ningún otro que se asemeje o avale. Tampoco cabe encontrarlo en ninguna de las fuentes conocidas en las que cabría esperar una referencia al evento: así el Talmud, así Flavio Josefo o incluso Filón de Alejandría Es más Flavio Josefo, nos dejó escrita la vida de Herodes; y de él hemos sacado todos los datos aberrantes arriba mencionadas sobre el monarca. Ahora bien, curiosamente no menciona para nada el episodio de los niños de Belén.

 

¿Cómo es posible que Flavio Josefo, que sentía desprecio por Herodes, y que por esta razón se esmeró en dejarnos escrito el detalle de sus crímenes, incluso los privados y familiares, no se haya enterado de una matanza tan pública como la que ocurrió en Belén?

En descargo de este supuesto “olvido” de la matanza por parte de los historiadores de la época, cabe aducir dos argumentos: el primero, que por holocáustico que el relato de Mateo pueda parecer, la supuesta matanza de infantes apenas habría afectado a una decena de niños como mucho, pues en la ciudad de Belén en la que se produce, en modo alguno podían existir más de diez-quince niños de la edad de la que Mateo dice que tienen sus víctimas; el segundo, que la supuesta matanza no habría sido sino una más, y ni siquiera entre las principales, o la más sangrienta de las cometidas en un reinado como el de Herodes, prolífico en ellas.

El silencio del escritor judío ha llevado hoy a los biblistas a pensar que la muerte de los niños inocentes y la posterior huida a Egipto de la Sagrada Familia no deben tomarse como acontecimientos estrictamente históricos.

Pero existe otra razón para desconfiar de la historicidad de esos hechos. Y es que los estudiosos han descubierto además un sospechoso parecido entre los episodios de la infancia de Jesús, y de la infancia y vida de Moisés. En efecto, si analizamos lo que el libro del Éxodo cuenta sobre Moisés, y lo comparamos con lo que cuenta San Mateo sobre Jesús, veremos que ambos relatos coinciden asombrosamente.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #118 en: 07 de Septiembre de 2017, 13:00:23 »
2.6.5.– Herodianos

Los herodianos, como su nombre sugiere, eran judíos influyentes que respaldaban al rey Herodes y al gobierno romano que él representaba. Como los príncipes herodianos dependían de Roma, sus partidarios se sometían de buena voluntad al poder romano, y sostenían que era justo pagar tributo a los emperadores, cosa que negaban los fariseos. Sin embargo, ambos deseaban la continuación de la religión judía. Estaría formado por los miembros de la familia de Herodes, su corte, y su ejército

 

Nada se sabe con certeza acerca de su carácter y doctrinas. Algunos opinan que se trataba de un movimiento político judío que simpatizaba especialmente con la casa de Herodes  por encima de los procuradores romanos, quizás con la esperanza del establecimiento del reino davídico. Se los menciona en la Biblia sólo una vez cuando unieron sus fuerzas con los fariseos para atacar a Jesús (Marcos 2:6; 12:13).  Sin embargo, era más similares a los saduceos

 

La opinión de otros que constituían un partido religioso conocido en la literatura rabínica como los “boetosianos”, es decir adherentes de la familia de Boeto, cuya hija Mariamne fue una de las esposas de Herodes el Grande, y cuyos hijos fueron elevados por él al sumo sacerdocio.

 

Y otras opiniones más al respecto, creen que eran personas que apoyaban a Herodes También es posible que estuvieran en favor del movimiento helenizador apoyado por la familia Herodes.

Lo cierto es que los herodianos representaban a un grupo de personas ricas para quienes un gobierno estable significaba prosperidad y seguridad continuadas.

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Re:Documentación para el Belén
« Respuesta #119 en: 07 de Septiembre de 2017, 13:14:23 »
2.6.6.– Sanedrín y Sacerdotes

2.6.6.1.– El gran Sanedrín

Era una asamblea o consejo de sabios, era el órgano central del poder teocrático.El Sanedrín estaba compuesto por 71 miembros: el sumo sacerdote en funciones, todos los que habían sido sumos sacerdotes, los 24 jefes de los sacerdotes, los tres tesoreros, los siete vigilantes y el comandante del templo. Participaban en él además los ancianos o senadores y los escribas. En conjunto, en el Sanedrín estaban representados los intereses de la aristocracia y de la pequeña burguesía.

 

En tiempos de los romanos, lo componían tres grupos: la aristocracia sacerdotal (fundamentalmente saduceos), la aristocracia laica y los instruidos escribas del grupo de los fariseos. La aristocracia sacerdotal, apoyada por la nobleza laica, estaba al frente del tribunal. Los saduceos eran liberales, mientras que los fariseos eran conservadores y, en su gran mayoría, plebeyos con mucha influencia sobre el pueblo. Según el historiador Josefo, los saduceos se plegaban a las exigencias de los fariseos, a veces a regañadientes. Por eso, Pablo pudo sacar partido de la rivalidad y las diferencias doctrinales de estas dos facciones para defenderse ante el Sanedrín (Hechos 23:6-9).

Las Funciones del Sanedrín
a) Económicas: organización y recaudación de: diezmos, primicias, tributos, impuestos, contribuciones para el emperador y el ejército, y la administración del templo y de su tesoro.
b) Legislativas político-religiosas: dar leyes y decretos políticos bajo el control de la autoridad romana; concretar y explicitar las leyes religiosas para todos los judíos.
c) Judiciales: juzgar las causas extraordinarias (económicas, criminales, políticas, religiosas); resolver las apelaciones de los tribunales menores
d) Administrativas: organización y control de los sacerdotes (7.200) y levitas (10.000); nombramiento para todos los cargos del Sanedrín y del templo; nombramientos de los miembros de los Sanedrines menores; organización del culto del templo; organización y control de las escuelas teológicas de Jerusalén; organización de obras de beneficencia y misericordia...

 

El Sanedrín funcionaba como un cuerpo judicial, cuya jurisdicción no se limitaba solamente a asuntos religiosos, sino que también actuaba en el ámbito civil. Funcionó durante la época de la dominación romana de Israel, desde la etapa final del Segundo templo de Jerusalén hasta el siglo V. Estaba dirigida por un sumo sacerdote.

Tenía competencias sobre la doctrina religiosa judía: establecer el calendario de fiestas y regular la vida religiosa del país. Como gobierno político, elaborar y aprobar las leyes, verificar el cumplimiento del marco legal y juzgar los delitos. Estos poderes estaban limitados por las autoridades romanas. Así por ejemplo, si el Sanedrín condenaba a muerte a una persona, no podía aplicarse la sentencia sin la autorización del gobernador o procurador romano.

 

De acuerdo con la Misná, el Sanedrín era el único tribunal con autoridad para atender asuntos de importancia nacional, tratar con jueces que cuestionaban sus decisiones y juzgar a falsos profetas. Así pues, Jesús y Esteban comparecieron ante el Sanedrín acusados de blasfemar; Pedro y Juan, de subvertir el orden social, y Pablo, de profanar el templo (Marcos 14:64; Hechos 4:15-17; 6:11; 23:1; 24:6).

El Sanedrín se atribuía funciones que los tribunales menores judíos no poseían. Como tales, eran los únicos que podrían juzgar el rey, ampliar los límites del Templo y de Jerusalén, y eran aquellos que resolvían toda pregunta relacionada a la interpretación de la ley.

Antes del 191 aC, el Sumo Sacerdote actuó ex oficio como jefe del Sanedrín, pero en el 191 aC, cuando el Sanedrín perdió la confianza en el Sumo Sacerdote, se creó el cargo de Nasí (Presidente).

Después de la época de Hillel el Viejo (finales del siglo 1 aC y principios del siglo 1 dC), el Nasi era casi siempre un descendiente de Hillel. El segundo miembro de más alto rango del Sanedrín se llamó la Av Beit Din, o "Jefe de la Corte" (literalmente, Beit Din = "casa de la ley"), que presidía el Sanedrín cuando sesionaba como un tribunal penal.

 

El Sanedrín se reunió en el edificio conocido como el Salón de Piedras Talladas (Lishkat Ha-Gazith), que tanto el Talmud y muchos estudiosos ubican en la pared norte del Monte del Templo, encontrándose la mitad en el interior del santuario y la otra mitad fuera de él, con puertas de acceso tanto hacia el Templo como hacia el exterior. El nombre de la sala servía probablemente para distinguirla de los edificios en el complejo del Templo utilizados con fines rituales, que debieron ser construidos de piedras sin tallar por cualquier instrumentos de hierro.

El término Sanedrín es griego y data de la época helenística, pero el concepto se remonta a la Biblia. En la Torá, Dios ordena a Moisés que "Reúna para mí ["Espah-Li"] setenta hombres de los ancianos de Israel, que sepas que son los ancianos y los oficiales del pueblo, y los llevarás a la Tienda del Encuentro, y ellos estarán allí contigo" (Números 11:16).

Además, Dios ordenó a Moisés "poner las manos"1 (figura que implica un acto de "ordenación", unción, nombramiento) sobre Josué hijo de Nun. Es a partir de este punto, según lo sostiene la tradición rabínica clásica, que el Sanedrín comenzó: con los setenta ancianos, encabezados por Moisés, para un total de setenta y uno. A medida que los miembros del Sanedrían fallecían, o dejaban de ser aptos para el servicio, nuevos miembros eran sometidos a ordenación, o "Semijá".2 Estas ordenaciones continuaron en forma ininterrumpida desde Moisés a Josué, de este a los ancianos de Israel, los profetas (incluyendo Esdras y Nehemías) y a todos los sabios del Sanedrín.

Subordinación al procurador romano. Los miembros del Sanedrín reconocían la sumisión a Roma. La autoridad romana podía convocar el Sanedrín, controlar sus leyes, decretos y declaraciones, nombrar y deponer a su antojo al sumo sacerdote, presidente del Sanedrín. Sin embargo, debía reconocer que los judíos estaban exentos del servicio militar y el judaísmo tenía el estatuto de "religio licita".

 

El Sanedrín, si bien poseía una injerencia importante en algunas de las decisiones del Imperio romano, no podía condenar a nadie a muerte.

Los Sanedrines menores y los jueces

a) En las poblaciones de más de 120 varones cabezas de familia había Sanedrines de 23 miembros.
b) En las poblaciones menores tenían un Sanedrín de 3 miembros (jueces).

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