Hace muchas lunas ya, un siglo de por medio, aquí el narrador y posterior nordista era un poco promiscuo con los juguetes: que si Geyperman, que si Madelman, unos Airgam Boys, el Tente... Los Geyperman iban ganando pero lo del tamaño importaba, muy grandes para una habitación pequeña y muy caros para montar un ejército y liarla parda, todos saben que los niños de antes éramos muy violentos y peleones por culpa de las marcas de juguetes
El tanque de los Geyperman ya ponía de los nervios a mi madre, una santa, y mi hermano y yo queríamos bastantes más
Los Madelman no eran la respuesta, endebles y chupaos, tampoco los Airgamboys eran muy atractivos aunque sí resistentes. Y empezaron a entrar algunos Clicks de Famobil, aquellas cajas de corcho y aquellos vaqueros, indios, nordistas sosos
policías, bomberos y medievales. Estaban bien, tenían detalles y de tamaño eran muy prácticos.
Pero al año siguiente, 1979 diría yo, un amigo de mi padre al que los Reyes visitaban antes porque era jardinero (una explicación que de pequeño me parecía de una lógica aplastante) lo trajo, un precioso barco pirata 3550. Una pasada, un barco real pero para niños, increíble!!
Me esperaba una única decepción: aquello había que montarlo y tenía más cuerdas y poleas que un tendedero!!
Afortunadamente mi hermano se puso a ello porque yo sólo quería jugar con él, la paciencia y el gusto por el montaje llegarían muchos años después. Y los dos ahí tirados en el suelo del salón nos pusimos a ello ajenos a todo. Con las pegatinas llegó el primer debate, yo empeñado en poner el león rampante escocés, aunque no sabía que era escocés ni rampante, pero era una señal. La bandera británica fue rechazada por unanimidad y se eligió una bandera pirata negra como dios manda. El banderín del castillo no nos gustó y se optó por la cruz inglesa de San Jorge, que así tan alargada parecía menos inglesa y más marítima. Quedó como en la foto pero con la bandera pirata en negro, es la foto que he encontrado más parecida sin publicidad
La caja era de Famobil y los mástiles eran de otro color, así:
Jugamos ese día hasta que nos mandaron a dormir, ya aceptamos cenar a regañadientes a pesar de que había sopa y éramos muy soperos. Cargamos y descargamos la bodega, admiramos el tesoro con sus monedas doradas y relucientes, tapamos y destapamos el camarote del capitán... Un gran día!! El barco resistió como un campeón nuestro uso y abuso, muchas horas y muchos meneos, todos los mástiles y las piezas aguantaron como recién salidas del astillero. Luego vinieron los nordistas con el fuerte, el Drug Store, el Saloon y la oficina del Sheriff, más adelante PlaymoSpace. El barco seguía con nosotros pero ya no jugábamos tanto con él, pero como seguía gustándonos tanto lo subimos encima del mueble de la cama y así lo veíamos siempre, orgulloso con sus velas al viento.
Una vez que hacíamos limpieza, ya adolescente y con el baloncesto ocupando en mi corazón el sitio de los Clicks, un lanzamiento fallido de cojín de mi hermana que me buscaba a mi le dio al barco y partió el mástil de la bandera, entre juramentos piratas y de todo tipo. Fue su único percance, solventado con pegamento de contacto de maquetas, que era el pasatiempo de mi hermano. Volvió encima del mueble de la cama, ya en mi habitación sin compartir y allí estuvo muchos años haciéndome compañía, siempre a la vista. Y ya nos acercamos a la parte triste de la historia, la de las despedidas, las más duras que acaban con el niño que llevas dentro...
Nuestra madre nos deja en apenas cinco malditos días, sin tiempo para asimilar nada y sin poder despedirnos. La realidad nos atropella como una locomotora, nos pasa por encima, nos derriba como tristes bolos. Ya nuestra casa no es un hogar. Poco a poco nos iremos de casa casi todos, primero mi hermano y a los dos años yo. Cuando iba de visita nuestro barco, ya mi barco desde hace años, ahí seguía pero yo no me daba cuenta. Y luego fue mi padre, también sin despedidas. Sin tregua. La vida siguió, porque no espera a nadie, y pasaron otro par de años. Por circunstancias de la vida tuve que volver a nuestra vieja casa y reorganizar los planes, durmiendo en mi vieja cama con mi barco vigilando mi sueño, aunque yo no me daba cuenta. No pasarían muchos meses antes de que decidiera irme fuera a trabajar y decidiéramos todos que había que vender nuestra viejo hogar familiar, con todos los recuerdos que seguían dentro porque no teníamos valor para tirarlos. Y ya se acerca el final de este relato...
Con la casa vendida tocaba hacer el trabajo duro, decidir qué hacer con todas las cosas personales de nuestros padres. Os ahorraré detalles, afortunadamente tuvimos ayuda y pudimos quedarnos con lo que realmente era importante. Yo no cogí prácticamente nada, siempre he creído en mi mente como mejor recuerdo, las fotos tampoco me gustan. Cada uno es cada uno. Y llegamos al protagonista de la historia, mi barco pirata. Lo bajo del armario, le quito el polvo y ahí está, las cuerdas han resistido el paso del tiempo, 27 años, estamos en 2005. Los Clicks, por muy fieros piratas que son, siguen con su eterna sonrisa, más si cabe después de que les quitara muchos años de polvo
Algo se mueve dentro de mi pero no es suficiente, ese día tuvieron mucha competencia. Aún así no consigo decidir qué hacer con él, vivo a cientos de kilómetros de Madrid, así que le pido ayuda a mi hermana y le digo que prefiero no ver dónde y cómo termina, no puedo meterlo yo en una bolsa y tirarlo. Ella no lo entiende pero lo hace y esa fue la última vez que vi mi barco, la última maldita vez que lo tuve en mis manos y lo pude admirar casi como un niño, ese niño que ya no estaba dentro. Evidentemente lamenté mucho ese día, sobre todo cuando en 2009 el niño volvió y reclamó lo que era suyo