En 1689, la Compañía era casi un «Estado» dentro de la India.
La Guera de los Siete Años marcó el inicio del fin de la presencia colonial francesa en la India. La desaparición de este potente rival comercial permitió a la Compañía Británica de las Indias consolidar el monopolio del comercio en la zona. La Compañía tuvo, sin embargo, algunos problemas con la resistencia local, pero tras aplastarla, dejó a la Compañía con el control de la gran mayoría del territorio indio.
Los esfuerzos de la Compañía para administrar la India se convirtieron en un modelo de sistema de servicios civiles en Gran Bretaña, especialmente durante el siglo XIX.
Una quinta parte de la población mundial estaba bajo su autoridad.
Era tan poderosa que incluso tenia su propia moneda (aunque paradójicamente muchas eran antiguas monedas españolas que había sido recuñadas con el sello de la Compañía).
El control de la Compañía se extendía por la mayor parte de la India, Birmania, Singapur, Hong Kong, y algunos puntos de China. Incluso ocupó las Filipinas.
Durante este periodo dorado, la Compañía exportaba toneladas de oro, seda, algodón y otros materiales de gran valor al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda cada año.