Corría el año 1935 cuando el berlinés Ralph Rosenberg, con tan solo 10 marcos en sus bolsillos, desembarcaba en Brasil. Como otros muchos europeos en esos años, él también se vería obligado a abandonar la Alemania de Hitler. Sin saber una palabra de portugués, pronto empezaría a buscarse la vida en Sao Paulo. Cosas del destino, uno de sus primeros empleos será el de vendedor de plásticos.
Una vez que consigue juntar algo de dinero, decide montar una pequeña fábrica de botones en el garaje de su casa. En 1939, Rosenberg convertiría esa pequeña instalación casera en una empresa, naciendo así la que llegaría a ser una de las compañías brasileñas más importantes en la fabricación y transformación de plásticos, Trol S.A. Indústria e Comércio. Por aquellos años, el de los plásticos era un mercado prácticamente inexistente en Brasil. El crecimiento y expansión de Trol durante las siguientes décadas fue espectacular, y, veinte años después, era capaz de fabricar cualquier tipo de plástico. En los años sesenta, la producción de Trol se dividía en tres grandes líneas: piezas industriales bajo pedido, plásticos para uso doméstico y juguetes.
En 1967, se producirá un hecho que marcará la historia de Trol. La empresa fundada por Rosenberg se fusionará con otra importante empresa del sector de los plásticos, CIBRAP (Companhia. Brasileira de Peças Industriais S.A.), entre cuyos clientes se encontraban multinacionales de la talla de Philips, Volkswagen o Ford. Si bien para la nueva empresa resultante se mantendrá el nombre de Trol, esta pasará a ser dirigida y controlada accionarialmente por el dueño de CIBRAP, Dilson Funaro. En base al testimonio de la hija de Rosenberg, Mónica Yvonne Rosenberg, este siempre ambicionó Trol y llevaba varios años haciendo ofertas a su padre para comprársela. Parece ser que las relaciones entre ambos empresarios nunca fueron buenas. Rosenberg acabaría perdiendo la empresa que fundara allá por 1939 debido a, según su hija, maniobras poco éticas de uno de sus primeros socios, José Ferreira de Paula, y de su hijo Gabriel, los verdaderos artífices de que Funaro se hiciera con su control. Aunque por aquel entonces Rosenberg era dueño de otras importantes empresas y uno de los hombres más ricos de Brasil, la pérdida de Trol, a la que quería como a un hijo, supuso para él un duro golpe.
Trol, ya bajo el control de Funaro, continuó con su imparable proceso de crecimiento. En 1969, se inicia la construcción de un parque industrial de 108.000 metros cuadrados en Via Anchieta, Sao Paulo. Posteriormente, en la segunda mitad de los setenta, se llevarán a cabo sucesivos procesos de ampliación de capital, de tal envergadura que en 1980 se había multiplicado por doce el existente en 1974.
Dilson Funaro fue un hombre muy influyente en su país y llegaría a ocupar importantes puestos en el ámbito empresarial, económico y político. Su posición fue determinante para conseguir algunas operaciones financieras a favor de Trol. Por ejemplo, dos de los principales accionistas de Trol a comienzos de los ochenta eran el BNDES (Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social) e IBRASA (Investimentos Brasileiros S.A.).